MUELAS DEL JUICIO ¿POR QUÉ NO PUEDEN SALIR?

Las muelas del juicio, también conocidas como terceros molares o cordales, son las últimas en el orden de erupción de nuestros dientes. Y también lo son en la posición que ocupan en nuestra boca, estando colocadas detrás de toda la arcada, de ahí que sean los “terceros molares”.

Su aparición ocurre alrededor de los 20 años, coincidiendo con el inicio de la edad adulta, lo que ha hecho que reciban popularmente el apelativo de “muelas del juicio”.

¿POR QUÉ A VECES NO ERUPCIONAN LAS MUELAS DEL JUCIO?

Muela del juicio retenida
Tercer molar retenido

Los terceros molares son un vestigio de nuestros antepasados. Los primeros homínidos tenían una mandíbula más amplia y prominente y con mayor número de dientes, esto les permitía triturar con facilidad los alimentos que tenían a su alcance, algo fundamental para sobrevivir, teniendo en cuenta que su dieta se basaba principalmente en vegetales y carne sin procesar.

Con el paso de los años el proceso evolutivo ha hecho que no necesitemos tantos molares, haciendo que nuestra mandíbula tenga menor tamaño. Lo que ha convertido a las muelas del juicio en piezas no funcionales en la mayoría de las personas, llegando a suceder que en ocasiones no lleguen a erupcionar por falta de espacio o incluso a la ausencia de las mismas (agenesia).

¿QUÉ PROBLEMAS SUELEN PRESENTAR LOS TERCEROS MOLARES?

Como el resto de nuestros dientes, los terceros molares pueden presentar enfermedad periodontal o caries. Y al igual que el resto necesitan ser tratados.

Sin embargo, lo más frecuente es que estas piezas molesten o causen dolor agudo por estas razones:

  • La falta de espacio provoca dolor en la erupción y/o la impide.
  • Su incorrecta posición afecta al resto de piezas adyacentes, llegando a provocar pérdida ósea.
  • Dificultad al acceso para la limpieza, con riesgo de caries.
  • Si no hay erupción del antagonista (pieza equivalente en la arcada contraria), su función masticatoria es nula.

¿SIEMPRE SE DEBEN EXTRAER LAS MUELAS DEL JUICIO?

Si se da una de las variantes anteriores, es evidente que lo aconsejable es extraerlas. Pero en el caso de que no causen ningún problema no hay evidencia de que su extracción sea siempre necesaria. Sin embargo, será el dentista el que debe de aconsejarnos y valorar cual sería el procedimiento a seguir según el caso.

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