Cuando un paciente acude a la clínica por la necesidad de sustituir una o más piezas con un implante dental, surge muchas veces la pregunta: ¿es para toda la vida?
La durabilidad y eficacia de TODOS los tratamientos dentales depende en gran medida de varios factores y los implantes no son la excepción a esta regla.
Por lo tanto, hemos de decir que los implantes, si bien pueden perdurar muchos años en boca (los estudios calculan una media de 20 años), también pueden sufrir inflamación en la mucosa que les rodea, este proceso inflamatorio es la mucositis y si no es tratado a tiempo se agravará, dando paso a la periimplantitis, nombre que recibe la inflamación y la pérdida del hueso alrededor del implante. Por último, el implante perderá su anclaje óseo y presentará movilidad, por lo que deberá de ser retirado o terminará cayéndose por sí solo.
La mucositis es un proceso reversible con el tratamiento adecuado, la periimplantitis no lo es.
¿Por qué aparecen la mucositis y la periimplantitis?
Aunque una es la antesala de la otra, ambos procesos tienen el mismo origen: el acumulo de bacterias en la superficie del implante. La principal causa es una higiene dental deficiente. Los implantes, al igual que nuestras piezas dentales naturales, necesitan una higiene diaria exhaustiva y un mantenimiento adecuado, este último se consigue si el paciente acude a revisiones dentales periódicas, como mínimo una vez al año.
Estas revisiones pueden variar su periodicidad en relación con otros factores de riesgo: La edad del paciente, los hábitos de consumo dañinos, como el tabaco y el alcohol, la enfermedad periodontal, la diabetes, el padecer (o haber padecido) cáncer, son algunos de ellos.
En cualquier caso, también se debe evitar morder cosas muy duras con los implantes, ya que del mismo modo que puede romper un diente natural, se puede fracturar un implante y/o la corona que va unida al mismo.
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